A continuación presentamos a seis de las mujeres bolcheviques
más prominentes. Para no hacerlo demasiado extenso, detallamos sólo
algunos de los aspectos más destacados de sus vidas.
Inessa Armand (1875-1920)
Inessa Armand nació en París, en 1875. A los 18 años se casó con
Alexander Armand, un rico industrial, pero tras 10 años y cuatro hijos,
le dejó para irse a vivir con su hermano, Vladimir, con quien tuvo un
quinto hijo. Conservó la amistad con su marido durante el resto de su
vida, éste mantuvo a todos sus hijos y financió sus actividades
revolucionarias.
La cuestión de la mujer la atrajo al socialismo. Creía que era
derecho de toda mujer buscar la realización personal y tener una vida
socialmente útil. Armand explicó más tarde a su hija Inna, que había
adquirido tempranamente “la fuerte determinación de no llegar a ser completamente femenina, sino continuar siendo una persona normal“(1). Se concentró primero en la situación de las prostitutas, viéndolas como una metáfora de la opresión de las mujeres.
En 1903 Armand se hizo marxista. Como relató en 1908, en una carta a su marido: “El
hecho es que, en primer lugar, recorrí este camino más tarde que otros.
El marxismo no fue una fantasía de la juventud para mí, sino la
conclusión de una larga evolución de derecha a izquierda. …este último
año, tan reaccionario [1907], que pasé entre el proletariado… me hizo
más firme“.(2)
Hasta 1905, había sido detenida tres veces y había cumplido más de
seis meses de prisión. En 1907, fue exiliada a Arcángel. Vladimir la
siguió hasta allí, pero en 1909 contrajo tuberculosis y se fue a Suiza.
Inessa escapó para cuidar de su amante enfermo, pero murió dos semanas
después de su llegada.
Después de un período de estudio en Bruselas, se trasladó a París,
donde se unió al pequeño grupo de bolcheviques reunidos alrededor de
Lenin. Rápidamente se convirtió en una estrecha colaboradora de de Lenin
y Krupskaya.
En 1911 dio una conferencia en la escuela marxista de verano, en
París, sobre la historia del movimiento socialista. Pero un año más
tarde, Lenin le pidió que regresara a Rusia para trabajar en el “Pravda”
como representante. La policía la encarceló y pasó un año en prisión
antes de ser rescatada por su marido. Regresó a Europa Occidental, donde
permaneció hasta 1917 trabajando estrechamente con Lenin. Desde el
exilio se ocupó del consejo editorial del “Rabotnitsa“, diario del partido dirigido a las mujeres.
Armand regresó a Rusia con Lenin después de la Revolución de Febrero
de 1917. Podría haber tenido, conforme a sus años como asistente de
Lenin, un papel de liderazgo, pero eligió ir a Moscú como miembro
ordinario del partido y colaborar en la organización de las bases.
Después de la revolución retomo, con mayor interés si cabe, al tema
de la condición de las mujeres, ayudando a establecer, junto con
Kollontai y Samoilova, un departamento interno del partido para el
trabajo entre mujeres. Perteneció al grupo de mujeres bolcheviques que
se organizaron y hablaron en el Primer Congreso de Mujeres Trabajadoras y
Campesinas de toda Rusia en 1918, que atrajo a unas 1.000 mujeres de
todo el país.
Al mismo tiempo, fue presidenta del consejo económico del Soviet de
Moscú, organización que controlaba la gestión económica de la zona,
donde demostró ser una administradora trabajadora y competente. A
principios de 1919, pasó tres meses en Francia como parte de la
delegación soviética que organizaba la repatriación de prisioneros de
guerra rusos.
En mayo de 1919, Armand fue nombrada jefa del Genotdel. Mostró todas
sus habilidades en la complicada creación del nuevo departamento del
partido, que estaba gestionado por 22 mujeres bolcheviques y presidido
por un cuerpo de gobierno no oficial, formado por mujeres veteranas del
partido. Con Krupskaya editó “Kommunistka“, la revista del departamento.
La inflexible jornada de trabajo, la mayoría de los días de 14 horas,
hizo que su estado de salud empeorara. A principios de 1920 enfermó de
neumonía, pero se recuperó, aunque volvería a recaer en agosto.
Cuando su hijo también enfermó, se fueron al Cáucaso a recuperarse.
En el camino de regreso a Moscú contrajo cólera y murió dos días
después. Sus restos fueron enterrados frente al muro del Kremlin, lugar
de mayor honor para los comunistas caídos.
Yevgenia Bosh (1879-1925)
Yevgenia Bosh nació en 1879, en Ucrania. Su padre emigró a Luxemburgo
y se casó con una mujer moldava. Su infancia fue muy infeliz, llena de
discusiones y peleas.
Cuando tenía 17 años, sus padres eligieron como su esposo a un noble
mayor que ella de una casa vecina. Yevgenia se rebeló, huyendo con Petr
Bosh, que poseía una pequeña empresa manufacturera. Tuvo dos hijas
bastante joven, se dedicó a la filantropía y apenas colaboró con los
socialdemócratas, pues temía poner en peligro su cómoda situación al ir
más lejos.
Sin embargo, empujada por el ejemplo de su hermana Elena, que ya
estaba completamente involucrada en la revolución, se comenzó a
cuestionar su vida burguesa. Cuando la policía entró en su casa en busca
de literatura ilegal en 1906, decidió dejar a su marido, llevarse a los
niños y trasladarse a Kiev, en Ucrania, para convertirse en una
revolucionaria.
Destacó muy pronto en el movimiento clandestino de Kiev. Cuando su
hermana y la mayor parte del resto del grupo de Kiev fueron arrestados y
exiliados en 1910, Bosh intentó mantener al resto del pequeño grupo,
aunque sufrieron la represión policial y la desintegración general del
movimiento.
En 1911, Bosh conoció a Yuri Piatakov, que había venido a reorganizar
el comité de Kiev, y pronto se enamoraron. Juntos compartieron el
liderazgo del comité de Kiev y en un año crearon una organización de
tres comités locales y 12 círculos obreros. Fueron arrestados en junio
de 1912 y, después de 18 meses de prisión, los enviaron a Siberia. A los
pocos días escaparon y se dirigieron al este, y después de
circunnavegar el globo, se unieron a la comunidad socialdemócrata
emigrada en Suiza.
Pronto se vieron envueltos en los desacuerdos que asolaban la
comunidad emigrada. Bosh y Lenin diferian sobre la cuestión nacional:
dada su experiencia en Ucrania, Bosh sentía que el nacionalismo
frustraba el desarrollo del internacionalismo proletario, mientras que
Lenin consideraba que el nacionalismo de los oprimidos tenía un
potencial revolucionario, especialmente en el imperio zarista.
En 1917, Bosh regresó a Rusia con Kollontai, retrasando la llamada a
las armas de Lenin hasta que él regresara. En marzo, Bosh regresó a Kiev
lista para reorganizar el comité de la ciudad una vez más. Allí se
convirtió en una agitadora popular y muy eficaz, particularmente entre
los soldados del frente sudoccidental en Ucrania. Tuvo tanto éxito
concienciando a las tropas de que tenían que apoyar a los bolcheviques,
que en octubre logró dirigir una unidad del ejército en la batalla
contra el Gobierno Provisional.
La lucha en Ucrania llevó a un tripartito entre los nacionalistas
ucranianos (Rada), los alemanes y los bolcheviques. A finales de 1917,
la Rada en Kiev reclamó el control de una Ucrania independiente, pero
colaboró con los alemanes y los blancos. En enero, las fuerzas rojas
entraron en Kiev y Bosh se convirtió en Ministra del Interior del
gobierno provisional soviético de Ucrania.
Bosh se indignó cuando, en marzo de 1918, el gobierno soviético firmó
el tratado de Brest-Litovsk con Alemania. Sin opción alguna, por el
incesante avance alemán y la desintegración del antiguo ejército ruso,
los bolcheviques cedieron grandes franjas de territorio, incluido el
oeste de Ucrania. Bosh renunció a todas sus posiciones en el gobierno
provisional revolucionario y, junto a Piatakov y su hija María, se
alistó en el ejército rojo de Antonov-Ovseenko, que operaba desde el
este de Ucrania.
A pesar del tratado, intentaron detener la expansión de los alemanes
hacia el este. Pero fue un intento infructuoso. Durante un mes, acosaron
a los alemanes a lo largo de las líneas ferroviarias, al este de Kiev,
retirándose hasta llegar al territorio controlado por el ejército rojo.
El “espantoso caos” de la lucha revolucionaria en Ucrania, como escribió Víctor Serge en su magnífica historia de 1918, “demandaba
una personalidad poco común. En este período una mujer surgió como una
de esas figuras distinguidas, la antigua militante bolchevique, Yevgenia
Bosh…“(3)
Exhausta y enferma, Bosh pasó varios meses en el este de Ucrania
recuperándose. Cuando se recuperó, abandonó Ucrania y se ofreció como
voluntaria en Rusia.
Durante el resto de la guerra civil se ocupó de una serie de tareas
de carácter político-militar. Todo esto le costó la salud. En 1920
enfermó de tuberculosis y sufrió problemas cardiacos. Volvió a Moscú,
ocupando varios puestos administrativos menores, resintiéndose de su
mala salud.
En octubre de 1923, Bosh fue una de las dos mujeres, veteranas
bolcheviques, (la otra fue Varvara Iakovleva) que firmó la “Plataforma
de los 46”, una declaración redactada por Piatakov, que criticaba las
políticas económicas de la dirección del partido y le acusaba de ahogar
el debate interno del Partido. Se hizo eco del llamado hecho por Trotsky
para un cambio brusco en la dirección del partido.
Bosh, entonces, se retiró de la política activa, dedicando su tiempo a
escribir sobre la revolución en Ucrania en 1917-18. En su trabajo
criticó duramente a gran parte de la dirección bolchevique en Ucrania en
este período. El humor sombrío de su libro reflejó su estado de ánimo
en 1924, cuando la NEP se puso en marcha y la oposición de izquierda
dentro del partido fue derrotada por la facción de Stalin.
Ya en 1925, Bosh no había tenido una asignación importante durante
cinco años y no veía ninguna posibilidad de que la situación cambiase.
En enero de 1925, cuando se enteró de que Trotsky había sido obligado a
dimitir como jefe del Ejército Rojo, demostrando el creciente poder de
Stalin, unido a su desesperación por su enfermedad cardiaca y la
tuberculosis pulmonar, se suicidó.
La prensa oficial prestó escasa atención a su muerte, pero su amigo,
Evgeni Preobrazhensky, escribió un largo obituario en el que la aclamaba
como una de las heroinas de la revolución: “Su carácter estaba
hecho de ese acero que se rompe pero no se dobla, pero todas esas
virtudes le costaban muy caro. Tenía que pagar con su tranquilidad, su
salud y su vida. Su salud era débil, y ella pagó al máximo, con su vida“.
Alexandra Kollontai (1872-1952)
Nacida en 1872, en el seno de una familia rica, Alexandra Kollontai
se crió en Rusia y Finlandia, adquiriendo una temprana fluidez en los
idiomas que le sirvieron en su posterior obra revolucionaria. Comenzó su
trabajo político en 1894, cuando era una madre joven, dando clases
nocturnas a los trabajadores en San Petersburgo. Esta actividad la
atrajo hacia el trabajo público y clandestino con la Cruz Roja Política,
una organización creada para ayudar a los presos políticos. En 1895
leyó “La Mujer y el Socialismo” de August Bebel, lo que tendría una gran influencia en sus ideas sobre la emancipación de las mujeres.
Su evolución al socialismo comenzó en 1896, en una visita con su
marido a una gran fábrica textil, donde vio las terribles condiciones en
las que vivía y trabajaba la clase trabajadora. Después de esta visita
comenzó a estudiar el marxismo y la economía. Se mezclaba con los
miembros de la Unión Marxista de Lucha por la Emancipación de la Clase
Obrera de Lenin. Más tarde, ese año, sus puntos de vista se aclararon
aún más cuando participó en una huelga textil masiva, repartiendo
folletos y recaudando dinero para los huelguistas.
En 1898 estaba totalmente comprometida con el marxismo, por lo que se
fue al extranjero a estudiar. En 1899 volvió a Rusia y comenzó su
trabajo clandestino con los socialdemócratas.
En 1905 llevó a cabo la misión que más la ha marcado en la historia:
organizar a las trabajadoras de Rusia para luchar por sus propios
intereses. Agitada por los acontecimientos del domingo sangriento y
después de haber presenciado la ola de huelgas en Rusia, se convenció de
que las mujeres trabajadoras debían ser reclutadas y movilizadas para
la acción política. En 1907, para dar a las trabajadoras un foro en el
que discutir sus problemas, Kollontai creó el primer club de mujeres, la
Asociación para la Ayuda Mutua de las Mujeres Trabajadoras de San
Petersburgo.
En 1908 fue forzada al exilio, permaneciendo fuera de Rusia hasta
1917. Trabajó como agitadora del Partido Socialdemócrata Alemán y viajó a
Inglaterra, Dinamarca, Suecia, Bélgica y Suiza en los años previos a la
Primera Guerra Mundial. Durante sus años en el exilio desarrolló una
profunda desconfianza hacia las políticas reformistas de los diversos
partidos socialdemócratas europeos. Kollontai había trabajado con los
bolcheviques hasta 1906 y luego con los mencheviques.
Pero la guerra y la traición de la mayoría de los dirigentes
socialdemócratas la llevaron, en 1915, a unirse a los bolcheviques. Se
convirtió en el pilar de Lenin. Su folleto “¿Quién Necesita la Guerra?”, dirigido a los soldados de primera línea, fue traducido a varios idiomas.
Cuando estalló la revolución de febrero de 1917, Kollontai estaba en
Noruega. Retrasó su regreso lo suficiente para recibir copias de las “Cartas desde lejos”
de Lenin y así poder llevarlas de vuelta a Rusia. A su llegada a Rusia
(19 de marzo) se unió a Shliapnikov (su entonces socio) y a Molotov en
oposición a las tácticas conciliadoras Kamenev hacia el Gobierno
Provisional. Fue elegida miembro del comité ejecutivo del Soviet de
Petrogrado. Desde el regreso de Lenin, a principios de abril, Kollontai
destacó como ferviente partidaria de su consigna “todo el poder para los Soviets”.
En 1917 fue reconocida como una de las oradoras más populares del
partido, hablando en interminables reuniones de obreros, soldados y
marineros. En el Congreso del partido, en julio, fue elegida miembro del
Comité Central y participó en la famosa reunión del CC del 23 de
octubre, que tomó la decisión de lanzar la insurrección.
Fue nombrada Comisaria del Pueblo de Bienestar Social en el primer
gobierno soviético (la primera mujer en el mundo en ocupar un cargo en
un gobierno). También desempeñó un papel activo en la oposición de
izquierda, haciendo campaña contra el tratado de Brest-Litovsk con
Alemania. Después de esta lucha, no logró la reelección al CC; luego
renunció al gobierno. Durante el año 1918, Kollontai se mostró muy
activa como organizadora y agitadora, y en noviembre ayudó a organizar
el Primer Congreso de Mujeres Trabajadoras y Campesinas de toda Rusia.
A lo largo de 1919, aunque a menudo enferma del corazón y del riñon,
Kollontai mantuvo un trabajo agotador. En la primavera y el verano de
ese año trabajó como agitadora del partido en Ucrania, un caldero
hirviente de revolución y contrarrevolución.
En noviembre de 1920, después de la muerte de Inessa Armand,
Kollontai se convirtió en jefa del Genotdel, el nuevo departamento de
mujeres del partido, en el que había desempeñado un papel importante
junto con Armand y Krupskaya.
A finales de 1920 se incorporó a la Oposición Obrera, una corriente
dentro del partido alarmada por la creciente burocratización del partido
y el Estado, y junto con Shliapnikov, se convirtió en su líder más
prominente. Sin embargo, en el X Congreso del Partido, en marzo de 1921,
sus propuestas fueron consideradas como anarcosindicalistas.
En 1922 solicitó a Stalin un puesto modesto en Rusia y se le envió a
la delegación soviética en Noruega. Fue la embajadora soviética en los
años 1924-25, la primera embajadora femenina del mundo. Luego ocupó
cargos de embajadora en México, Noruega nuevamente y finalmente en
Suecia, hasta su jubilación en 1945.
A pesar de su temprana oposición, Kollontai nunca se asoció con los
trotskistas. Se retiró de la vida política y homenajeó a Stalin. Más
tarde, admitió a un amigo: “He llevado a cabo lo mejor posible las políticas que se me dictaban“.(5)
Murió en 1952, siendo todavía partidaria de la Unión Soviética.
Consideró inútil detenerse en los errores de Stalin, cuando todavía
quedaban muchos logros por llevar a cabo. “Todo va a enderezarse con
el tiempo. Y las ideas más humanas siempre ganan… Las tendencias
reaccionarias no duran mucho, nada. La historia lo demuestra en todos
los países“.(6)
El surgimiento del movimiento de liberación de las mujeres a finales
de los años sesenta y setenta, trajo un renovado interés por la vida y
el trabajo de esta notable mujer que luchó tan apasionadamente por el
socialismo y los derechos de las mujeres.
Nadezhda (Nadia) Krupskaya (1869-1939)
Nadia Krupskaya nación en 1869, en San Petersburgo. Se hizo marxista a
principios de la década de 1890. Siendo maestra, comenzó a dar clases
nocturnas de marxismo a los trabajadores y, más tarde, ayudó a fundar la
Unión Marxista de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera con
Lenin, a quien conoció en 1894. A raíz de las huelgas de 1896, fue
encarcelada durante seis meses y luego exiliada a Siberia durante tres
años. Allí se casó con Lenin. A lo largo de su vida, Krupskaya fue su
colaboradora más cercana, su secretaria y confidente en toda su obra.
En 1901 fueron liberados y volvieron a exiliarse. Krupskaya continuó
desempeñando un papel clave en la organización socialdemócrata rusa en
la clandestinidad y ocupó varios cargos con cierta responsabilidad a lo
largo de los años. Mientras, en el exilio, continuó interesándose por la
teoría y la práctica en la educación progresiva, estudiando literatura
en escuelas extranjeras.
Después de la revolución de febrero regresó con Lenin a Rusia, donde
trabajó en la secretaría del Comité Central, hasta que fue elegida para
la Duma del distrito de Vyborg, en Petrogrado. Allí trabajó en el
departamento de educación popular.
Después de la Revolución de Octubre, desempeñó un papel de liderazgo
en el Comisariado del Pueblo para la Educación. Se interesó
especialmente por la educación para los adultos. Al mismo tiempo, ayudó a
dirigir el Genotdel y las organizaciones juveniles -el Komsomol y los
Pioneros-, también escribió muchos artículos para periódicos y revistas.
Aunque ya era revolucionaria antes de conocer a Lenin, sus ideas
políticas cristalizaron después de su unión con éste. Décadas de
colaboración política le demostraron la corrección de sus puntos de
vista y se acostumbró a confiar en su inteligencia. Apoyó a Stalin en su
lucha contra Trotsky y Zinoviev en 1925-26.
“Krupskaya fue una persona sobresaliente. Era, sin duda, una
mujer inteligente… una revolucionaria irreprochable y una de las figuras
más trágicas de la historia revolucionaria“. (7)
Larissa Reisner (1895-1926)
“Larissa Reisner destacó en el V Ejército así como en la
revolución en su conjunto. Esta hermosa joven brilló en el cielo
revolucionario como un meteorito incandescente, cegando a muchos. Como
una aparición de una diosa del Olimpo, combinó una mente sutil e irónica
y el valor de un guerrero… Sus bocetos sobre la guerra civil son pura
literatura… Estaba ansiosa por conocer, ver, y tomar parte en todo… en
pocos años se convirtió en escritora de primer nivel“. (8)
Hija de una profesora comunista, Larissa Reisner nació en 1895, en
Polonia. Creció en Alemania, donde su vida giraba alrededor de la
relación de su padre con los revolucionarios rusos emigrados y los
socialdemócratas alemanes. Después de la revolución de 1905, la familia
volvió a Rusia, donde Reisner pronto comenzó a exhibir su instinto
literario y sus ideas revolucionarias. Durante la Primera Guerra
Mundial, escribió y publicó con su padre para un periódico anti-guerra,
llamado “Rudin“, y contribuyó con artículos al diario de Máximo Gorky, “Letopis“.
Después de la Revolución de Febrero, Reisner se unió a los opositores
de la coalición con la burguesía. Escribió un ácido artículo contra
Kerensky que propinó un revés a la prensa burguesa. Participó en
organizaciones de trabajadores a gran escala y en círculos educativos
entre los marineros de Kronstadt. Apoyó firmemente la Revolución de
Octubre y se unió a los bolcheviques al año siguiente.
Con el estallido de la guerra civil, a mediados de 1918, fue enviada
inmediatamente al frente de Kazan, donde el recién formado Ejército Rojo
estaba en una lucha desesperada con la legión contrarrevolucionaria de
Checoslovaquia. Allí se convirtió en comisaria del V ejército y luchó en
el frente. Más tarde luchó con la Armada Roja para liberar al Volga del
control checo, convirtiéndose en una de las principales comisarias de
la flota del Volga.
En su libro “El Frente“, una brillante representación de la lucha en la guerra civil, evoca el idealismo de los combatientes rojos en Kazan: “¡Hermandad!
Pocas palabras han sido tan maltratadas y dañadas. Pero la fraternidad,
a veces, llega en momentos de mayor necesidad y peligro, tan
desinteresada, tan sagrada e irrepetible en una sola vida. Y no han
vivido ni saben nada de la vida los que nunca se han acostado por la
noche en un piso con la ropa hecha jirones y lleno de pulgas, pensando
todo el tiempo cuán maravilloso es el mundo, ¡infinitamente maravilloso!
Que aquí el viejo ha sido derribado y sigue luchando con las manos
desnudas por su irrefutable verdad, por los cisnes blancos de su
resurrección, por algo mucho más grande y mejor que ese parche en el
cielo iluminado por las estrellas que muestran, a través de la negrura
del terciopelo de una ventana con los cristales rotos, el futuro de toda
la humanidad“.(7)
Después de la guerra civil, Reisner regresó a Petrogrado para
estudiar y escribir sobre la vida de los trabajadores de las fábricas.
En 1921, se casó con Fiodor Raskolnikov, vicepresidente del Soviet de
Kronstadt, y fue con él a Afganistán cuando fue nombrado embajador. Fue
aquí donde escribió “El Frente“.
En 1923, fue enviada a Alemania con el propósito de informar sobre la
revolución, que parecía inminente, y servir como oficial de enlace
entre el Comintern y el Partido Comunista local. La revolución no se
llevó a cabo, pero ella permaneció en Alemania recolectando material
sobre el breve resurgimiento de Hamburgo y la posterior represión. Su
libro, “Hamburgo en las barricadas“, fue prohibido y quemado en Alemania.
Apenas recuperada de su estancia en Alemania, recorrió los Urales
para estudiar las condiciones de vida y trabajo de la gente de allí. Su
libro “Hierro, Carbón y hombres vivientes“, representa al proletariado ruso en el trabajo.
En 1925, Reisner volvió a Alemania para tratarse de la malaria. Allí
también estudió a la clase obrera y los cambios sociales que habían
resultado de la estabilización capitalista. Durante su estancia escribió
“En el País de Hindenburg“, un magistral retrato social y político de un pueblo en lucha.
Éste sería su último libro. Poco después de su regreso a Moscú,
contrajo tifus. Su cuerpo, todavía devastado por la malaria, no pudo
soportar la enfermedad y murió en febrero de 1926, en el Hospital del
Kremlin, con 30 años. De Larissa Reisner, escribió Karl Radek, su
compañero: “Murió una mujer profundamente revolucionaria, precursora del nuevo tipo de persona que nace en medio de la revolución“. (10)
Elena Stasova (1873-1967)
Elena Stasova nació en 1873, siendo hija de miembros adinerados de la
intelectualidad liberal. En su adolescencia, a la vez que admiraba a
sus padres, sabía que la vida de una dama filántropa no era para ella.
Quería llevar a cabo un trabajo socialmente útil para convertirse en una
maestra de los trabajadores en los barrios bajos de la ciudad. Allí
conoció a otros profesores, algunos de los cuales eran marxistas.
Hacia 1895, trabajaba clandestinamente lelvando mensajes a
revolucionarios encarcelados y repartiendo panfletos. En 1898, se unió a
los socialdemócratas. Poco después se le pidió que se hiciera cargo de
la finanzas del partido en San Petersburgo y “a partir de este
momento, me sentí como un verdadero miembro del partido. Todo mi trabajo
anterior habían sido solamente buenas acciones” (11). Poco a poco se hizo cargo de todas las tareas “técnicas” del comité de San Petersburgo, “que
es encontrar salas para reuniones, casas clandestinas y camas para una
noche, recibir y distribuir literatura, equipar duplicadoras e
impresoras, así como mantener la correspondencia con el extranjero“. (12)
Stasova fue una joven partidaria de Lenin. En 1901 apoyó al “Iskra”
cuando este asumió que sólo a través de la revolución, y no a través de
la democracia parlamentaria, podría Rusia alcanzar el socialismo.
Cuando el partido se separó en 1903, volvió a seguir a Lenin,
coincidiendo con él en que la clave de una revolución exitosa radicaba
en crear un partido de cuadros que pudiera conducir a la clase obrera en
la lucha por el poder estatal. Lenin y Krupskaya la consideraban un
aliado importante, por lo que la apoyaron para formar parte dentro del
comité de San Petersburgo entre 1901 y 1907.
Entre 1907 y 1911, Stasova sufrió una crisis personal y política,
relacionada con la atmósfera desmoralizante tras la derrota de la
revolución de 1905-06 y profundizando las divisiones en su matrimonio.
Se retiró de la actividad política durante un tiempo.
Tras retomar de nuevo el trabajo en el partido, fue detenida en 1912,
y después de 10 meses de prisión, fue condenada al exilio de forma
permanente. En 1916 escapó y volvió a San Petersburgo, donde continuó
con su trabajo en el partido de forma clandestina. Detenida de nuevo a
principios de 1917, fue liberada después de la Revolución de febrero. A
las 24 horas ya había creado el comité bolchevique de la ciudad y había
retomado su trabajo como secretaria.
En abril de 1917 fue elegida secretaria del Comité Central del
Partido Bolchevique, una parte de la dirección nacional del partido
ahora era legal y grande. Su papel era llevar a cabo políticas
relacionadas con la estructura y las finanzas del partido, así como
hacer las asignaciones importantes del personal.
En 1921 dejó Moscú para irse a Alemania, donde pasó los cinco años
posteriores realizando trabajos clandestinos con comunistas alemanes en
nombre de la Comintern. A su regreso a Moscú, se incorporó al Buró de
Información del Comité Central y en 1928, fue elegida para dirigir la
Organización Internacional de Ayuda a los Revolucionarios (MOPR).
Totalmente comprometida con el trabajo de Stalin, en 1935 y 1936 sirvió en varias comisiones de control del partido.
En 1938 dejó la MOPR y se unió al equipo editorial de “Internatsionalnaia literatura” (Literatura Internacional), una revista que publicaba literatura extranjera traducida al ruso, donde permaneció hasta 1946.
A pesar de todo lo que había vivido, Stasova nunca perdió su fe en el
comunismo. Murió a la edad de 93 años y fue enterrada en el Muro del
Kremlin.
Notas:
(1) Zetkin, “Mis Recuerdos de Lenin” en “Lenin sobre la Emancipación de las Mujeres” (Ed. Progreso: Moscú, 1965), p.110.
(2) Marx & Engels, “Obras Seleccionadas“, Vol. 1 (Progress Publishers: Moscú, 1969), pág. 94.
(3) Marx, “El Capital“, vol. 1 (Penguin Books: Harmondsworth, 1976), páginas 620-621.
(4) Marx & Engels, Carta 129, “Obras reunidas“, vol. 43 (Lawrence y Wishart: Londres, 1988),
pag. 185.
(5) Bebel, “La Mujer bajo el socialismo” (Schocken Books: New York, 1971), p. 6.
(6) Clara Zetkin. “Escritos Seleccionados” (Editores Internacionales: Nueva York, 1984), p.79.
(7) Ibíd., Pág. 45.
(8) Ibíd., Pág. 47.
(9) Clements, “Mujeres Bolcheviques” (Cambridge University Press: Cambridge, 1997), pág. 38.
(10) Ibid., Págs. 39-40.
(11) Ibíd., Pág. 49.
(12) Ibíd., Pág. 105.
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