lunes, 14 de noviembre de 2016

El feminismo proletario y el camino para la liberación de la mujer

Artículo publicado en la edición impresa n° 53 de Periódico El Pueblo.
Imagen tomada de Frente Fotográfico.


En estos días, la violencia contra las mu­jeres de nuestro pueblo ha sido un tema que no ha dejado a nadie indiferente. El caso de la lamngen Lorenza Cayuhan, prisionera política mapuche que dio a luz a su hija prematura, engrillada y con tres gendarmes presentes al momento del parto; Nábila Riffo, golpeada hasta perder sus ojos y el de Lucía Pérez, joven de 16 años, violada, torturada y asesi­nada, son algunos de los nombres que han estremecido a las masas por ser re­flejo de la podrida ideología de opresión social, feudal y patriarcal. 

La idea de mujer, reflejo de la políti­ca y la economía
En toda sociedad, las ideas que predo­minan son reflejo de la base económica y política de ella y se transmiten, prin­cipalmente, a través de la educación y los medios de comunicación. Por tanto, la concepción acerca de la mujer res­ponde a esa base y como en nuestro país el capitalismo es atrasado y tiene cimientos semifeudales, la ideología y la concepción del papel de la mujer es atrasada y feudal. Es decir, histórica­mente retrograda y patriarcal.
De allí entendemos que la idea de que la mujer es inferior al hombre no cayó del cielo, sino que nació producto del surgimiento de la sociedad de clases y la propiedad privada hace siglos atrás.
Aunque nos quieran pintar un país “moderno”, las mujeres somos subva­loradas política, económica y cultural­mente. Y en nuestro caso, las condicio­nes de vida miserables que impone el capitalismo burocrático (atrasado y sometido al capital extranjero), hace caer su peso de forma más dura sobre las mujeres populares.

Las mujeres no combaten juntas la misma batalla
El feminismo proletario explica que la mujer popular es explotada y oprimi­da, en primer lugar, por ser parte del pueblo y, en segundo lugar, por ser mu­jer. Es decir, sufre la opresión de clase y de sexo. Por ello, no todas las muje­res se encuentran en la misma trinche­ra, pues también existen mujeres que explotan al pueblo, pertenecientes a las clases monopólicas y usureras de nuestro país.
Y, por otro lado, existen las mujeres populares, que constituyen la inmensa mayoría: obreras, campesinas, tempo­reras, empleadas domésticas, peque­ñas comerciantes, estudiantes, intelec­tuales y profesionales, etc. Todas ellas, además de trabajar en las labores pro­ductivas remuneradas, trabajan en el hogar criando a los hijos y sacando la familia adelante sin remuneración. Son también estas mujeres populares, las que con más fuerza enfrentan la adver­sidad cuando se trata de luchar por la vivienda, por el salario en la huelga y, como han demostrado, las jóvenes es­tudiantes han estado en la punta de lan­za en la lucha por el derecho a la educa­ción. El más alto ejemplo de valentía y arrojo son las mujeres mapuche en su lucha por la tierra y su pueblo.

Las ideas no proletarias sobre la mujer dividen al pueblo
El feminismo burgués y pequeño-bur­gués enfoca el problema principalmen­te desde un punto de vista cultural, desligándolo de su base económica y política. Dentro de esta visión, las más recalcitrantes afirman que el problema es que los hombres “son malos” y otras que la liberación de la mujer estaría asociada casi exclusivamente a una libertad sexual e incluso de ascenso social, centrando en competir con los hombres. Por lo mismo, al no compren­der la base material y de clase, el femi­nismo pequeño burgués busca la solu­ción al problema de la doble opresión en una liberación individual: “yo elijo sobre mi cuerpo”, “yo me libero”, y no en la lucha colectiva contra la opresión de clase y sexo de las mujeres popula­res junto a sus compañeros.
La idea de que a través de la liberación individual podemos barrer con el ma­chismo es una ilusión, ya que la raíz del problema se encuentra en la base eco­nómica y política de nuestra sociedad. Solo cambiando esta podremos barrer con el machismo propio del patriarca­do. Por lo mismo, todas las medidas para sumar a la mujer a la lucha y com­batiendo el machismo al mismo tiem­po son un avance en este sentido. A su vez, son los hombres del pueblo que se suman activamente a la lucha los que van combatiendo las ideas machistas en las cuales han sido educados, avan­zando junto a sus compañeras.

#niunamenos, la consigna que le sirve a Bachelet
El viejo Estado en total descrédito buscó lavar su rostro, colocando en la presidencia a una mujer. Hoy, Bachelet intenta colgarse de las demandas jus­tas del pueblo, lloriqueando hipócrita­mente por #niunamenos, mientras día a día reprime a mujeres mapuche, po­bladoras, obreras y estudiantes.
Si bien es justo oponerse a la violencia contra la mujer sólo por el hecho de ser mujer. Este llamado general a combatir la violencia encierra la idea de negar el derecho del pueblo a rebelarse con vio­lencia contra sus opresores, sean es­tos hombres o mujeres. Siendo mujer, Bachelet legitima y dirige la violencia reaccionaria contra el pueblo y lo hace con toda conciencia, como integrante de los sectores dirigentes del PS y par­te de la “familia militar”. Ella es una fiel representante de las clases explotado­ras y opresoras de nuestro país, como muchas otras mujeres que forman par­te del “Partido Único” (Nueva Mayoría y Chile Vamos) y sus fuerzas auxiliares, que se presentan como independientes y/o progresistas.
Saludamos a las mujeres populares que se organizan, las que se atreven a mar­char, debatir y buscar el camino de li­beración. Saludamos su vigoroso ímpe­tu, demostrado en las últimas jornadas de movilización y en las luchas que dan día a día. Valiosas mujeres populares que hacen crecer su posición de clase, oponiéndose a toda forma de opresión y explotación, levantando cabeza para luchar frente a los abusos y la violencia ejercida sobre ellas, al igual que un cre­ciente número de compañeros.

¡A DESATAR LA FURIA REVOLUCIONARIA DE LA MUJER!

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