A tan solo unos días de abandonar la Casa Blanca, Barack Obama decidió
no perder la oportunidad de reforzar el despliegue de las fuerzas
estadounidenses en Sudamérica. Sucede que el gobierno regional de
Amazonas (Perú), el Comando Sur de Estados Unidos ('U.S. Southern
Command') y la empresa Partenon Contratistas E.I.R.L., acaban de firmar
el proyecto de instalación de una nueva base militar, camuflada bajo el nombre de Centro de Operaciones de Emergencia Regional
(COER) de Amazonas. El financiamiento de la obra será de poco más de
1'35 millones dólares y, tomando como fecha el 29 de diciembre de 2016,
se concluirá en aproximadamente 540 días.
De acuerdo con la información proporcionada por el Gobierno peruano, la
base militar estadounidense tendrá un helipuerto de 625 metros
cuadrados; un edificio de dos pisos, en el primero de los cuales habrá
un almacén de ayuda humanitaria de 1.000 metros cuadrados, mientras que
en el segundo funcionará el COER junto con los módulos operativos
(logística, comunicaciones, monitoreo, análisis, etc.). Además, contará
con una sala de reuniones, una sala de prensa, dormitorios y un
estacionamiento de 800 metros cuadrados.
No cabe duda, es intervencionismo disfrazado de ayuda humanitaria.
A contrapelo de lo que se sostiene de manera oficial, no se trata de
una estrategia orientada a fortalecer la capacidad de respuesta de los
peruanos frente a las catástrofes naturales. Estados Unidos está
clavando sus garras militares en el Cono Sur con el visto bueno del
presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski. La soberanía de Sudamérica
está bajo amenaza.
Estados Unidos ya no necesita lanzar guerras de conquista para hacer
valer su hegemonía sobre el territorio latinoamericano; ahora el disciplinamiento
se lleva a cabo de una forma mucho más sutil: a través de iniciativas
de militarización encubierta. Además de la lucha contra el terrorismo,
Washington utiliza el combate contra el narcotráfico y su presunto
compromiso con el respeto de los derechos humanos como excusas para
entrometerse en los asuntos internos de otros países.
Perú constituye una plataforma decisiva para que Estados Unidoslogre consolidar su plan
de dominación sobre toda Sudamérica, una zona que, ya lo sabemos, posee
reservas inmensas de recursos naturales estratégicos (gas, petróleo,
metales, minerales, etc.). Por lo menos durante la última década, los
gobiernos sudamericanos asestaron un tremendo revés a la gravitación
económica y geopolítica de Estados Unidos en el continente.
Sin embargo, desde 2009 Perú no ha puesto resistencia alguna frente a la
incursiones imperiales de Washington, con lo que se ha convertido en uno de los países de América Latina que tienen una mayor presencia de fuerzas armadas norteamericanas
en su territorio: antes de aprobar la instalación de esta nueva base
militar en el Departamento de Amazonas, el Comando Sur de Estados Unidos
ya se había establecido a sus anchas en las regiones de Lambayeque,
Trujillo, Tumbes, Piura, San Martín y Loreto.
Cabe destacar que la cooperación militar entre Washington y Lima no se
restringe a la instalación de bases militares; Estados Unidos ha
conseguido introducirse de lleno en los aparatos de seguridad y de
defensa. Por autorización del Ministerio de Defensa de Perú, las
unidades de operaciones especiales del Comando Conjunto de las Fuerzas
Armadas, el Comando de Inteligencia y Operaciones Especiales Conjuntas y
el Componente Especial del Vraem recibieron entrenamiento de parte de las fuerzas estadounidenses entre mayo y septiembre de 2016.
En paralelo, las fuerzas peruanas han venido realizando un sinnúmero de
ejercicios militares conjuntos con Estados Unidos para, según sus
argumentos, fortalecer sus estrategias de defensa frente a agresiones
externas; siendo uno de los ejercicios más importantes el Ejercicio de
Fuerzas Silentes (SIFOREX, por sus siglas en inglés), que se realiza
cada dos años en el Mar de Grau, considerado uno de los ejercicios
navales de mayor trascendencia internacional.
Perú refleja con claridad que Sudamérica atraviesa por momentos críticos
y una fuerte campaña de hostigamiento. A la par de las dificultades económicas,
la región es víctima de una poderosa ofensiva impulsada desde el
exterior que intenta, a través de diversas formas, intensificar la
presencia de Washington.
Las incursiones militares de Estados Unidos en la región se están
abriendo camino a paso veloz, un tanto por el giro de varios gobiernos
hacia el conservadurismo –fundamentalmente tras la llegada de Mauricio
Macri a la presidencia de Argentina y la destitución parlamentaria de
Dilma Rousseff en Brasil–, y otro tanto por el esfuerzo permanente para socavar la influencia de países como China, Rusia e Irán.
Armarse hasta los dientes en Perú representa un asunto vital para
Estados Unidos para, tiempo después, llevar a cabo la instalación de
otra base militar en Argentina, justo en la frontera con Brasil y
Paraguay. Indudablemente, la construcción de un mejor futuro para los
países sudamericanos corre un grave peligro…
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