Estudiantes de la UPEA marcharon pidiendo presupuesto y rechazando al gobierno de Evo Morales
Análisis y Opinión de Bolivia
Luego
de que el pueblo boliviano derrotara al gobierno de Evo Morales
obligándole a abrogar el Código del Sistema Penal, diversas
organizaciones del movimiento popular y la sociedad civil continúan la
lucha con el objetivo de hacer respetar la decisión mayoritaria del 21
de febrero de 2016 (21F) y eliminar la decisión del Tribunal
Constitucional que permite la repostulación indefinida de Evo Morales a
la presidencia.
En
este contexto las posiciones políticas más importantes (aunque no son
todas) se enmarcan entre las que señalan que el pueblo debe defender las
libertades democráticas, por un lado, o defender la democracia, a
secas, por el otro.
Orgánicamente
ambas posiciones tienen a demócratas honestos y conservadores, a
oportunistas y políticos consecuentes, a organizaciones populares con
cierta o poca representación, así como plataformas o colectivos
ciudadanos y organizaciones camufladas de partidos conservadores
reaccionarios. El peso más radical y progresista (por decirlo de alguna
forma) se encuentra entre quienes hablan de defensa de las libertades
democráticas, mientras que el mayor peso liberal y conservador se
encuentra entre quienes hablan de democracia en general.
La
coyuntura política en Bolivia nos está dando un sinnúmero de posiciones y
actuaciones políticas. Mucha gente, que en algún momento se definió
como revolucionaria, hoy en su odio a Evo Morales no tiene problemas en
seguir el discurso de la oposición conservadora y demandar la democracia
en contra de la dictadura. Este discurso, en su versión más cruda,
compara al socialismo con las dictaduras reaccionarias y a los líderes
revolucionarios con los fascistas del siglo XX, entre ellos Hitler.
Este
slogan anticomunista usa regularmente la crítica contra Venezuela y
Cuba, en el supuesto de que éstas son sociedades socialistas y que
apoyan a Evo Morales, para condenar el socialismo y el comunismo como
sociedades totalitarias y antidemocráticas.
Por
otro lado, la vieja izquierda boliviana, en particular la tendencia
trotskista, atada a los viejos mitos de las luchas populares, centra
toda su batería discursiva en colocar como condición de batalla contra
las políticas de Evo Morales el hecho de que la Central Obrera Boliviana
(COB) encabece la lucha. Esta tendencia apela al “pasado glorioso de
lucha de la COB” a pesar de que ésta lleva casi tres décadas de práctica
oportunista y sus dirigentes han sido, casi sin excepción, traficantes
de viejos partidos políticos como el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR, partido oportunista que fue parte de la coalición
neoliberal), Conciencia de Patria (Condepa, partido extinto que promovió
un nacionalismo popular que no dudó en hacer alianzas con partidos
reaccionarios como el ADN) y el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo
Morales.
La
coyuntura política está marcada, sin lugar a dudas, por el espontaneísmo
de sus actores, en particular de quienes se denominan revolucionarios,
que no cuentan con plan ni capacidad de dirección ideológica alguna. La
contienda se da contra las posiciones liberales burguesas que quieren
colocar la lucha del pueblo en la disyuntiva de democracia versus
dictadura.
Los
revolucionarios no podemos hablar de democracia, a secas, porque eso no
existe, en los hechos la sociedad no funciona al margen de los
intereses del sector dominante explotador versus otro sector subordinado
y explotado. El liberalismo burgués nos vende la idea de que las
personas somos iguales y que sobre esa base se construye una “sociedad
democrática”, pero la realidad no funciona así. Las personas no son
iguales, ocupan diferentes posiciones en la estructura social, no son lo
mismo los ricos que los pobres, los explotadores que los explotados,
los dueños de los medios de producción que los desposeídos.
Precisamente
debido a esa desigualdad, la “sociedad democrática” no funciona de
igual forma para todos. La justicia no es la misma para los ricos que
para los pobres, las cárceles no están llenas de ricachones aunque estos
cometen delitos, pero sí está repleta de pobres, incluso una buena
cantidad sin culpa o por delitos menores. La burocracia estatal no es la
misma para los poderosos que para las personas que no tienen poder o
contactos en las altas esferas. La gran prensa no cubre de igual forma
las injusticias contra las personas pobres que los casos de aquellos que
sí tienen dinero y poder.
Por
ello, el cuento de “defender la democracia” de cualquier dictadura “sea
de derecha o de izquierda” es una falacia reaccionaria que ciertos
liberales propalan en el movimiento popular. La democracia y la
dictadura no se pueden separar mientras exista una sociedad dividida en
clases sociales y exista un Estado que legitime esa contradicción y
antagonismo de clases. En nuestra historia “democrática”, la
explotación, las injusticias y la muerte nunca estuvieron ausentes, lo
mismo que la impunidad, la corrupción o el narcotráfico a niveles
estatales.
La
“democracia” no está separada del sistema económico social, en nuestro
caso el capitalismo atrasado y dependiente. Esta “democracia” se
organiza en función de los intereses que defiende la estructura estatal,
es decir, la gran burguesía y los terratenientes, bajo la dominación
imperialista. Nuestra “democracia” es una democracia burguesa que carga
con el lastre del atraso semifeudal y el sometimiento semicolonial al
imperialismo, esas características explican el funcionamiento
democrático de nuestra sociedad. Cuando el peso de la injusticia, la
opresión, la persecución y hasta la muerte recae en los sectores
populares se hace evidente el carácter de clase de esta “democracia”.
El
gobierno del MAS no ha cambiado el sistema económico social, por lo
tanto su “democracia” en esencia es la misma que nos ha oprimido desde
antes. La necesidad le ha llevado a aplicar una política socialfascista,
pero en el fondo se esfuerza por mantener los principios reaccionarios
de la democracia liberal burguesa.
El
pueblo boliviano tiene un gran desafío para desenmascarar y frenar las
políticas reaccionarias de Evo Morales, y su lucha definitivamente debe
orientarse a defender las conquistas democráticas que ganó con lucha y
sangre. Y es que luchar por esas conquistas, entre las que pueden estar
las libertades democráticas, son pasos de avance en la lucha por una
verdadera democracia o una democracia de nuevo tipo basada en la alianza
de las clases explotadas, esto no se puede llevar a cabo hablando de
democracia a secas.
Bajo
la manoseada consigna de “defensa de la democracia”, estamos viendo
cómo levantan cabeza un sinnúmero de oportunistas y cadáveres políticos,
tan maleable es esa consigna que, en un episodio aberrante, tenemos que
ver ahora a los rancios reaccionarios de tufo fascista herederos del
banzerismo (los seguidores del ex militar golpista, ex presidente de la
república) como Tuto Quiroga y sus partidarios y partidarias, gritar en
las calles ¡Viva la democracia!
- Escrito por Análisis y Opinión de Bolivia
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