«Todos los filisteos liberales han cobrado un respeto
tan grande por nosotros que chillan en coro: Sí, si los socialdemócratas
quieren situarse en una base legal y abjurar de la revolución, entonces
estaremos en favor de la inmediata derogación de la Ley Antisocialista.
Por ello no hay duda de que en el Reichstag se les formulará a ustedes
de inmediato esta sugerencia. La respuesta que ustedes den es
importante. No tanto para Alemania, donde nuestros valientes muchachos
la han dado en ocasión de las elecciones, como para el extranjero. Una
respuesta débil destruiría de inmediato la impresión colosal producida
por las elecciones. En mi opinión, el caso se plantea así: A lo largo de
toda Europa, la situación política vigente es producto de revoluciones.
La base legal, el derecho histórico, la legitimidad, han sido
acribillados en todas partes, o tirados por tierra. Pero, está en la
naturaleza de todos los partidos o clases que han llegado al poder por
medio de la revolución, el reclamar que la nueva base jurídica creada
por esta sea reconocida incondicionalmente y considerada sagrada. El
derecho a la revolución existió –de lo contrario los gobernantes
actuales no serían legales– pero a partir de ahora no habrá de existir
más. (…) Entretanto, las elecciones han demostrado que no tenemos nada
que esperar de condescendencia, esto es, de concesiones a nuestros
adversarios. Sólo por la resistencia desafiante hemos ganado respeto y
nos hemos transformado en una potencia. Sólo el poder es respetado, y
únicamente mientras seamos un poder seremos respetados por el filisteo.
Cualquiera que le haga concesiones no podrá seguir siendo una potencia y
será despreciado por él. La mano de hierro puede hacerse sentir en un
guante de terciopelo, pero debe hacerse sentir. El proletariado alemán
se ha convertido en un partido poderoso; que sus representantes sean
dignos de él».
(Friedrich Engels; Carta a August Bebel, 18 de noviembre de 1884)
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