Las condiciones de la lucha en los países de Oriente
El carácter atrasado de las colonias se
manifiesta en la diversidad de movimientos nacionalistas revolucionarios
dirigidos contra el imperialismo y refleja los diversos niveles de
transición entre las correlaciones feudales, feudal-patriarcales y el
capitalismo. Esta diversidad confiere un aspecto particular a la
ideología de estos movimientos.
En estos países, el capitalismo surgió y
se desarrolló sobre una base feudal, tomó formas incompletas,
transitorias y bastardas, que dejan la preponderancia, especialmente, al
capital comercial y usurario (Oriente musulmán, China). De esta manera,
la democracia burguesa toma una vía desviada y complicada para
diferenciarse de los elementos feudal-burocráticos y
feudal-agrarios. Tal es el principal obstáculo para el éxito de la lucha
contra el yugo imperialista, pues el imperialismo extranjero no deja de
transformar, en todos los países atrasados, la capa superior feudal (y
en parte semifeudal, semiburguesa) de la sociedad nativa, en
instrumentos de su sociedad dominación (gobiernos militares o toukoiuns
en China, burocracia y aristocracia en Persia, arrendatarios de tierra,
zemindares y talukdars en la India, colonos de formación capitalista en
Egipto, etc).
Por otro lado, las clases dirigentes de
estos países coloniales y semicoloniales no tienen ni la capacidad ni el
deseo de dirigir la lucha contra el imperialismo, a medida que esta
lucha se transforma en un movimiento revolucionario de masas. Sólo en
lugares donde el régimen feudal-patriarcal no se descompone de forma
suficiente, para separar completamente las altas capas nativas de las
masas del pueblo, como, por ejemplo, entre los nómadas y los
seminomades, los representantes de estas altas capas pueden asumir el
papel de guías activos en la lucha contra la opresión capitalista
(Mesopotamia, Mongolia, Marruecos).
En los países musulmanes, el movimiento
nacional encuentra su ideología al principio en las consignas
político-religiosas del pan-islamismo, lo que permite a los funcionarios
y a los diplomáticos de las metrópolis utilizar los perjuicios y la
ignorancia de las multitudes populares para combatir este movimiento (es
así que los ingleses juegan con el pan-islamismo y el pan-arabismo,
declarando que quieren transportar el Califato a la India, etc., y el
imperialismo francés especula con las “preferencias musulmanas”). Sin
embargo, a medida que se engrandece y madura el movimiento de
emancipación nacional, las consignas político-religiosas del
pan-islamismo son sustituidas por reivindicaciones políticas
concretas. Lo que confirma esto es la lucha iniciada recientemente en
Turquía para sacar del califato su poder temporal.
La tarea fundamental, común a todos los
movimientos nacional-revolucionarios, consiste en realizar la unidad
nacional y la autonomía política. La solución real y lógica de esta
tarea depende de la importancia de las masas trabajadoras, que este o
aquel movimiento nacional sepa separar en su camino, después de haber
rompido todas las relaciones con los elementos feudales y reaccionarios y
llevando en su programa las reivindicaciones sociales de las masas.
Dándose muy bien cuenta de que en las
diversas condiciones históricas los elementos más variados pueden ser
los representantes de la autonomía política, la Internacional Comunista
sostiene todo movimiento nacional-revolucionario dirigido contra el
imperialismo. Sin embargo, la Internacional Comunista al mismo tiempo no
pierde de vista que sólo una línea revolucionaria consecuente basada en
la participación de las grandes masas, en la lucha activa y en la
ruptura sin reserva con todos los partidos de la colaboración con el
imperialismo, puede llevar a las masas oprimidas a la victoria. El
vínculo que existe entre la burguesía nativa y los elementos
feudal-reaccionarios permite a los imperialistas aprovechar muy bien la
anarquía feudal, la rivalidad que reina entre los diversos clanes y
tribus, el antagonismo entre la ciudad y el campo, las luchas entre
castas y sectas nacional-religiosa.
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