Nota del periódico El Pueblo:
Con este artículo conmemorativo de la Revolución Rusa, publicado en
la edición de noviembre de El Pueblo, nos sumamos a los miles de
declaraciones que hoy demuestran la vigencia de esta gloriosa revolución
proletaria, toda vez que sus principales lecciones son tomadas por
revolucionarios, comunistas y pueblos del mundo entero.
Pero el triunfo de la Revolución de Octubre (1917) no fue el fin
de la lucha en Rusia. Al contrario, conquistado el poder por obreros y
campesinos pobres, comenzaba la construcción del Socialismo, en lucha
infatigable contra el imperialismo y los oportunistas. La Revolución
Rusa no fue un simple asalto al Palacio de invierno, fue una guerra
revolucionaria prolongada.
La acertada dirección del Partido Comunista (bolchevique) había
logrado el triunfo de la insurrección armada. En adelante debía resolver
el problema de cómo construir el nuevo poder. Las fábricas pasaron a
manos de los obreros; la tierra se convirtió en propiedad de quienes la
trabajaban; se decretó eliminar toda opresión a la mujer y cada
nacionalidad oprimida conquistó su derecho a la autodeterminación e
incluso a separarse territorialmente.
Estas conquistas generaron el odio del imperialismo y de la reacción
zarista derrocada, que, para derrocar el nuevo poder, actuaron mediante
los mencheviques, los socialrevolucionarios y sectores anarquistas que
pretendían que los soviets renunciaran al poder y se transformaran en un
organismo que luchara solamente por demandas económicas.
En la primera mitad del año 1918 los imperialistas de la Entente y
los contrarrevolucionarios rusos actuaron de conjunto contra la Rusia
soviética. Esta sedición se expresó en la invasión de los ejércitos de
15 países contra el poder soviético y en el apoyo que los
contrarrevolucionarios dieron a las tropas invasoras.
Los obreros y campesinos de Rusia, una vez más, bajo la dirección
bolchevique, demostraron ser la avanzada de los pueblos oprimidos y los
obreros del mundo, expulsando a las fuerzas comandadas por el bloque
anglo-francés- japonés-norteamericano.
La acción criminal de los contrarrevolucionarios generó escasez de
pan y de carne, detuvo la producción y muchas regiones fueron
convertidas en ruinas. La patria socialista estaba en peligro, frente a
lo cual Lenin lanzó la consigna “¡Todo para el frente!”, donde miles de
obreros, campesinos y estudiantes se enrolaron como voluntarios en el
Ejército Rojo. Pero no era suficiente, por lo que fue necesario decretar
el servicio militar obligatorio. Así, en poco tiempo, el Ejército Rojo
se convirtió en un ejército de un millón de combatientes. Con lo que
prontamente se vieron los éxitos militares: los contrarrevolucionarios
eran aplastados en todos los frentes, una derrota política y militar sin
precedentes en la historia.
El Gobierno Soviético implantó el comunismo de guerra. No sólo era
necesario reconstruir el país en ruinas, sino que además llevar aliento a
las masas y seguir construyendo el Socialismo. De esta forma se puso en
práctica el principio de “el que no trabaja, no come”.
Por si fuera poco, sobre la base de esta heroica victoria, el Partido
Comunista (bolchevique) de la URSS, emprendió inmediatamente la tarea
de organizar a los obreros y campesinos pobres del mundo en un solo gran
ejército revolucionario: la Internacional Comunista en marzo de 1919.
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