Camaradas obreras, hermanas campesinas, mujeres del
pueblo, compañeras revolucionarias: este 8 de Marzo, Día Internacional
de la Mujer, se conmemoran 112 años de la masacre donde murieron 129
valerosas obreras que se levantaron contra la explotación y la opresión
en la fábrica Cotton en Nueva York. Día instituido por el II Congreso de
Mujeres Comunistas realizado en Copenhague en 1910, mediante resolución
propuesta por la dirigente del proletariado internacional Clara Zetkin.
Hoy, después de más de un siglo, la situación de las mujeres no ha cambiado sustancialmente, excepto por las conquistas alcanzadas durante la existencia del campo socialista, inaugurado con el triunfo de la clase obrera en Rusia en 1917. La derrota del proletariado en Rusia en 1956 y en China en 1976 significó también una gran derrota para la mujer, cuya situación ha empeorado, sobre todo en estos días, cuando el sistema imperialista mundial agoniza ensañándose especialmente contra las mujeres trabajadoras, sobre quienes descarga los peores horrores, convirtiendo el problema de la mujer en un asunto social de vida o muerte: a la desigualdad y opresión históricas, se suman y acrecientan el acoso y la perversión machistas, la mercantilización, el maltrato físico, la violación, la mutilación y el asesinato.
Una situación que ocasiona la justa rebeldía de las mujeres alrededor del mundo, levantándose contra la opresión machista y marchando en la filas de vanguardia en la lucha revolucionaria del proletariado y los pueblos contra la explotación y la opresión mundial imperialista, como demuestran los levantamientos populares en todos los países y como ejemplarmente lo hacen las mujeres en la Guerra Popular en la India, donde los obreros y campesinos están construyendo su propio poder.
Sin embargo, la lucha de las mujeres se encuentra en una encrucijada, por cuanto en respuesta a sus padecimientos, y ante la impotencia del movimiento obrero, pulula el movimiento feminista que en general les propone organizarse para luchar contra los hombres, pues considera que son ellos la causa de su situación. Tanto el feminismo burgués, como el feminismo pequeño burgués, que predominan en la mayoría de colectivos y organizaciones de mujeres en que se encuentran divididas, feminismo radical, anarco-feminismo, eco-feminismo, feminismo socialista, feminismo postmoderno… todos ellos, en últimas, alejan a las mujeres de la lucha por su verdadera liberación, en la medida en que atacan únicamente las consecuencias de su situación, eludiendo las causas más profundas, con el agravante de que dividen las fuerzas de la revolución estableciendo una división entre hombres y mujeres.
Ese feminismo, al no entender que la situación de opresión y subordinación de las mujeres está vinculada a la estructura económica, social y política, es decir, al capitalismo imperialista, hoy convertido en un sistema mundial de opresión y explotación, solo atina a tratar de buscar soluciones dentro del propio sistema; soluciones que no pueden ir más allá de algunas conquistas meramente jurídicas, formales que siempre terminarán beneficiando a un pequeño sector de las mujeres de las clases dominantes y de la pequeña burguesía sin resolver el problema de la liberación de la mujer. Una lucha que no puede tener éxito si se mantiene aislada de la lucha para derrocar al sistema imperialista, por cuanto la verdadera igualdad entre hombres y mujeres solo puede alcanzarse en el proceso de la transformación socialista y el establecimiento del comunismo en toda la tierra.
Toda la historia de la humanidad confirma que ningún gran movimiento de los oprimidos ha transcurrido en la historia de la humanidad sin la participación de las mujeres. Hoy, el más poderoso de todos los movimientos de liberación de las masas oprimidas que haya existido, el movimiento revolucionario de la clase obrera, cuyo propósito es abolir toda forma de explotación y de opresión, es el único movimiento que acerca a las mujeres a su liberación definitiva, por cuanto justamente se propone abolir la propiedad privada, la causa histórica más profunda de la opresión de la mujer.
Así mismo, “la experiencia de todos los movimientos liberadores confirma que el éxito de la revolución depende del grado en que participen las mujeres” de ahí que todas las mujeres necesitan unirse con sus hermanos hombres para luchar juntos contra el sistema capitalista imperialista.
Las mujeres que marchan a la vanguardia de la lucha, hoy en la preparación del Paro General Indefinido para hacer retroceder al régimen mafioso y paramilitar, tienen un lugar especial en las filas de los comunistas, en el único partido capaz de representar sus aspiraciones inmediatas y futuras, encontrando en sus hermanos de clase y camaradas de lucha el sitio donde podrán sentirse plenas, libres de las viejas ataduras y prejuicios machistas que les permitirá desplegar su iniciativa creadora y encausar su rebeldía y su heroísmo al servicio de la liberación de la humanidad.
Hoy, después de más de un siglo, la situación de las mujeres no ha cambiado sustancialmente, excepto por las conquistas alcanzadas durante la existencia del campo socialista, inaugurado con el triunfo de la clase obrera en Rusia en 1917. La derrota del proletariado en Rusia en 1956 y en China en 1976 significó también una gran derrota para la mujer, cuya situación ha empeorado, sobre todo en estos días, cuando el sistema imperialista mundial agoniza ensañándose especialmente contra las mujeres trabajadoras, sobre quienes descarga los peores horrores, convirtiendo el problema de la mujer en un asunto social de vida o muerte: a la desigualdad y opresión históricas, se suman y acrecientan el acoso y la perversión machistas, la mercantilización, el maltrato físico, la violación, la mutilación y el asesinato.
Una situación que ocasiona la justa rebeldía de las mujeres alrededor del mundo, levantándose contra la opresión machista y marchando en la filas de vanguardia en la lucha revolucionaria del proletariado y los pueblos contra la explotación y la opresión mundial imperialista, como demuestran los levantamientos populares en todos los países y como ejemplarmente lo hacen las mujeres en la Guerra Popular en la India, donde los obreros y campesinos están construyendo su propio poder.
Sin embargo, la lucha de las mujeres se encuentra en una encrucijada, por cuanto en respuesta a sus padecimientos, y ante la impotencia del movimiento obrero, pulula el movimiento feminista que en general les propone organizarse para luchar contra los hombres, pues considera que son ellos la causa de su situación. Tanto el feminismo burgués, como el feminismo pequeño burgués, que predominan en la mayoría de colectivos y organizaciones de mujeres en que se encuentran divididas, feminismo radical, anarco-feminismo, eco-feminismo, feminismo socialista, feminismo postmoderno… todos ellos, en últimas, alejan a las mujeres de la lucha por su verdadera liberación, en la medida en que atacan únicamente las consecuencias de su situación, eludiendo las causas más profundas, con el agravante de que dividen las fuerzas de la revolución estableciendo una división entre hombres y mujeres.
Ese feminismo, al no entender que la situación de opresión y subordinación de las mujeres está vinculada a la estructura económica, social y política, es decir, al capitalismo imperialista, hoy convertido en un sistema mundial de opresión y explotación, solo atina a tratar de buscar soluciones dentro del propio sistema; soluciones que no pueden ir más allá de algunas conquistas meramente jurídicas, formales que siempre terminarán beneficiando a un pequeño sector de las mujeres de las clases dominantes y de la pequeña burguesía sin resolver el problema de la liberación de la mujer. Una lucha que no puede tener éxito si se mantiene aislada de la lucha para derrocar al sistema imperialista, por cuanto la verdadera igualdad entre hombres y mujeres solo puede alcanzarse en el proceso de la transformación socialista y el establecimiento del comunismo en toda la tierra.
Toda la historia de la humanidad confirma que ningún gran movimiento de los oprimidos ha transcurrido en la historia de la humanidad sin la participación de las mujeres. Hoy, el más poderoso de todos los movimientos de liberación de las masas oprimidas que haya existido, el movimiento revolucionario de la clase obrera, cuyo propósito es abolir toda forma de explotación y de opresión, es el único movimiento que acerca a las mujeres a su liberación definitiva, por cuanto justamente se propone abolir la propiedad privada, la causa histórica más profunda de la opresión de la mujer.
Así mismo, “la experiencia de todos los movimientos liberadores confirma que el éxito de la revolución depende del grado en que participen las mujeres” de ahí que todas las mujeres necesitan unirse con sus hermanos hombres para luchar juntos contra el sistema capitalista imperialista.
Las mujeres que marchan a la vanguardia de la lucha, hoy en la preparación del Paro General Indefinido para hacer retroceder al régimen mafioso y paramilitar, tienen un lugar especial en las filas de los comunistas, en el único partido capaz de representar sus aspiraciones inmediatas y futuras, encontrando en sus hermanos de clase y camaradas de lucha el sitio donde podrán sentirse plenas, libres de las viejas ataduras y prejuicios machistas que les permitirá desplegar su iniciativa creadora y encausar su rebeldía y su heroísmo al servicio de la liberación de la humanidad.
¡La emancipación de las mujeres forma parte de la liberación del proletariado!
Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Marzo de 2020
Marzo de 2020
No hay comentarios.:
Publicar un comentario