Ha muerto Chelo, la última guerrillera antifranquista
Ha muerto Consuelo Rodríguez López,
la última guerrillera antifranquista. Qué día ha elegido para dejar este
mundo: un 18 de julio. El de 1936 empezó a redactarse la esquela de
casi toda su familia. Un hermano en zona sublevada se pasó al Ejército
republicano y la negra sombra se cernió sobre sus padres. Los
legionarios llamaron a la puerta y se los llevaron, ella a rastras: “Non
me soltes, miña filla, non me soltes”. Te has quedado sin padres, le
espetó una vecina. “Cando me acheguei, o único que vin foi un charco de
sangue”, recordaba Chelo. “Sei que morreron abrazados”.
El ser humano, valga el oxímoron, acostumbra a llamar desastre a un fenómeno natural, pero la tragedia es nacer en Soulecín, un lugar de una parroquia de O Barco de Valdeorras. Que fusilen a tus padres. Que cuatro de tus cinco hermanos varones se echen al monte y corran la misma suerte. Que sólo sobrevivas tú y Antonia, primero enlaces y luego guerrilleras: ancha es Castilla, frondosa es Galicia. Que sólo ellas y su hermano mayor puedan contarlo: de una familia de nueve, quedaron tres. Ellas, presas, maquis, exiliadas.
Chelo murió, decimos nosotros, aunque dejando atrás la pizarra de O Barco y el carbón del Ponferrada la gente dice Chelo ha muerto, como si siguiese viviendo, que es lo suyo. Si hubiese fallecido, el óbito le sobrevino lejos de aquella cuna republicana, mecida por la amistad de la progenie con el maestro comunista. Concretamente, en Ile de Ré, al sur de la Bretaña, adonde huyó tras abrazar por última vez a Arcadio Ríos, minero de Siero. Al jefe de la II Agrupación de Guerrillas León-Galicia le daba tanta vergüenza decírselo que usó como enlace al Liebre: “Chelo, me gustas mucho”, le dijo Abelardo Macías en la madriguera mientras señalaba a un Arcadio feliz, enamorado.
Suena el teléfono. Al otro lado, Xosé Ramón Ermida: “Se nos ha ido la última guerrillera viva”, anuncia el historiador. “La familia gallega mártir por excelencia”, añade. Previamente, lo ha llamado Quico para darle la noticia, ahora que parece que todas las noticias son malas. “Ya sólo quedan vivos Camilo de Dios y él”. Es decir, Francisco Martínez, el sempiterno maquis del Bierzo, memoria histórica, viva e itinerante. Apenas he hablado de Chelo, porque Aurora Marco ya lo ha contado todo. Lean su libro Mulleres na guerrilla antifranquista galega. Lo publicó Laiovento en 2011, hace muchos ochoemes. Antes del #MeToo, aunque ellas también: Aurora y Chelo.
El ser humano, valga el oxímoron, acostumbra a llamar desastre a un fenómeno natural, pero la tragedia es nacer en Soulecín, un lugar de una parroquia de O Barco de Valdeorras. Que fusilen a tus padres. Que cuatro de tus cinco hermanos varones se echen al monte y corran la misma suerte. Que sólo sobrevivas tú y Antonia, primero enlaces y luego guerrilleras: ancha es Castilla, frondosa es Galicia. Que sólo ellas y su hermano mayor puedan contarlo: de una familia de nueve, quedaron tres. Ellas, presas, maquis, exiliadas.
Chelo murió, decimos nosotros, aunque dejando atrás la pizarra de O Barco y el carbón del Ponferrada la gente dice Chelo ha muerto, como si siguiese viviendo, que es lo suyo. Si hubiese fallecido, el óbito le sobrevino lejos de aquella cuna republicana, mecida por la amistad de la progenie con el maestro comunista. Concretamente, en Ile de Ré, al sur de la Bretaña, adonde huyó tras abrazar por última vez a Arcadio Ríos, minero de Siero. Al jefe de la II Agrupación de Guerrillas León-Galicia le daba tanta vergüenza decírselo que usó como enlace al Liebre: “Chelo, me gustas mucho”, le dijo Abelardo Macías en la madriguera mientras señalaba a un Arcadio feliz, enamorado.
Suena el teléfono. Al otro lado, Xosé Ramón Ermida: “Se nos ha ido la última guerrillera viva”, anuncia el historiador. “La familia gallega mártir por excelencia”, añade. Previamente, lo ha llamado Quico para darle la noticia, ahora que parece que todas las noticias son malas. “Ya sólo quedan vivos Camilo de Dios y él”. Es decir, Francisco Martínez, el sempiterno maquis del Bierzo, memoria histórica, viva e itinerante. Apenas he hablado de Chelo, porque Aurora Marco ya lo ha contado todo. Lean su libro Mulleres na guerrilla antifranquista galega. Lo publicó Laiovento en 2011, hace muchos ochoemes. Antes del #MeToo, aunque ellas también: Aurora y Chelo.
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