Tomado de MaoistRoad Traducción de Revolución Obrera
En este contexto de crisis sanitaria y económica, el gobierno está intensificando las medidas antisociales. Distribuye miles de millones de euros en ayudas a los empresarios pero se niega a aumentar el salario mínimo, refuerza la represión de la ley de seguridad global pero garantiza la más total impunidad para los policías violentos. Ante esta ofensiva de la burguesía, las masas populares no se rinden, y se han producido o están previstas muchas huelgas y manifestaciones en las próximas semanas.
El final de noviembre y diciembre estuvieron marcados por importantes protestas contra la Ley de Seguridad Integral. El pasado 28 de noviembre, más de 500.000 personas marcharon por todo el territorio del estado francés para denunciar un proyecto que fortalece aún más las prerrogativas de la policía y muestra el verdadero rostro del estado capitalista: un Estado que ve crecer un descontento general entre las masas populares, un Estado que sabe que los años que acaban de pasar han sido intensos en las luchas sociales y que los venideros lo serán aún más, un Estado que, por tanto, se prepara para reprimir masivamente las inminentes movilizaciones sociales.
Y por esta causa, los capitalistas tienen razón en tener miedo. Desde 2016, las contradicciones de clase se han intensificado enormemente en Francia. Ya no se pasan tres meses sin que se produzcan grandes huelgas o manifestaciones. No pasa un año sin que se produzca un movimiento social nacional. En este contexto, las masas populares se están defendiendo de los ataques patronales, como durante el movimiento de 2016 contra la reforma del código laboral o en diciembre de 2019 contra la reforma de las pensiones. Pero las masas populares van mucho más allá, y no solo luchan contra reformas antisociales sino también por mejores condiciones de vida, salario y trabajo. En otras palabras, ya no se trata simplemente de rechazar un deterioro de nuestra situación, sino de luchar por mejorarla. La explosión social de los chalecos amarillos, en 2018 y 2019, fue una prueba de que las masas populares del estado francés son combativas y no se conforman con las migajas que la burguesía está dispuesta a darles. Estas movilizaciones sociales no son el único factor de miedo de la burguesía. De hecho, en todo el territorio del estado francés, se están formando organizaciones revolucionarias que afirman explícitamente que el sistema capitalista debe ser derrocado por la violencia revolucionaria. La aparición de este tipo de organizaciones en los últimos años, como la Juventud Revolucionaria, es también un signo de retorno a una lucha intransigente y demuestra que el período en el que la burguesía podría contentarse con la «cogestión de la miseria» en la negociación con los sindicatos reformistas, se acabó.
Así, a principios de 2021, ya marcado por duras huelgas en muchas empresas, como por ejemplo en la empresa de logística Stef en Tarn-Et-Garonne, varios sindicatos entre los que se encuentran SUD y la CGT están organizando una jornada de huelga interprofesional el 4 de febrero, en particular para exigir un aumento de los salarios. Esta exigencia es la menor de las cosas, porque cada centavo de aumento salarial obtenido es un centavo menos ganado por los capitalistas en la explotación de los trabajadores. De hecho, los salarios, en el marco del sistema capitalista de explotación, no son el precio del trabajo sino de la fuerza de trabajo. El salario es el precio al que un capitalista comprará la fuerza de trabajo de un proletario durante un tiempo dado y, en ese tiempo dado, el trabajador producirá bienes (bienes o servicios) que valen más que su salario. Esta diferencia entre el valor producido por un trabajador y el monto de su salario es el corazón de la explotación capitalista, ya que es esta diferencia la que permite a los capitalistas obtener ganancias. Así, todo el volumen de negocios de las empresas, todas las ganancias de los patrones, todos los dividendos que reciben los accionistas, son solo fruto de la explotación de los trabajadores, quienes teniendo solo su fuerza de trabajo, se ven obligados a venderla a parásitos burgueses, que se enriquecen con el trabajo de sus empleados. La explotación, por tanto, no es un sentimiento personal, son datos objetivos, y el trabajo asalariado es un modo de organización del trabajo en el que una clase, la burguesía, explota a otra, el proletariado.
Si la revolución socialista y la conquista del poder por el proletariado deben permitir la abolición del trabajo asalariado y el establecimiento de un nuevo sistema de producción mediante la puesta en común de los medios de producción, el camino hacia esta revolución es largo, y en este camino, con cada aumento obtenido en los salarios hay una pequeña victoria que fortalece el campo de los revolucionarios y debilita el de la burguesía. ¡Es por eso que todos debemos estar en huelga y en manifestación el 4 de febrero!
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