martes, 11 de septiembre de 2018

Aislar al pez del agua: Una práctica genocida en la India

Por Adolfo Naya¹.

Desde la época colonial hasta la rebelión naxalita de 1967, y así hasta nuestros días, los diferentes gobiernos de la India han perseguido a todos los grupos que se oponían a la opresión, a la explotación y a la expansión capitalista, especialmente a las comunidades Adivasis y a los Dalits. En el año 2009 el Gobierno de la India inició en los Estados de Chhattisgarh, Jharkhand, Orissa, Bihar, Bengala Occidental, Andhra Pradesh, Telengana y Maharashtra una operación militar denominada “Cacería Verde”, cuyo objetivo declarado es eliminar a la guerrilla maoísta o Naxalitas.
Una de las prácticas genocidas aplicadas en el marco de esta operación es la eliminación y detención de líderes sociales, sindicales, estudiantiles o activistas políticos. Para ello se inspira en la estrategia de contrainsurgencia “Corazones y Mentes” del Mariscal británico Gerald Templer,  que posteriormente sintetizó Sir Robert Thompson sobre la experiencia adquirida durante las campañas de contrainsurgencia en Malasia y Vietnam. Parte de esta estrategia es la siguiente:
“El Gobierno debe dar prioridad, no al aplastamiento de la guerrilla, sino a la liquidación de la subversión política que le da cobertura. Con la destrucción de la infraestructura política se trata de “aislar al pez del agua”, evitando el contacto de la población con la organización clandestina”  (González Calleja, 2002).
“Aislar al pez del agua” es una práctica muy común en todos los genocidios. También llama la atención sobre ello Bauman (2016) cuando afirma que el primer objetivo del genocidio es “decapitar” a sus dirigentes y centros de autoridad, para de este modo eliminar la cohesión y la capacidad de mantener su identidad, perdiendo así su capacidad de defensa, y su destrucción como entidad autónoma y unida.
“La estructura interna del grupo se derrumbará y éste se convierte en un conjunto de individuos a los que se puede ir cogiendo de uno en uno para incorporarlos a la nueva estructura administrativa o reunirlos a la fuerza en una categoría subyugada y segregada, dominada y vigilada directamente por los administradores del nuevo orden.” (Bauman, 2016)
Esta persecución también se sirve de la técnica “Guerrilla Cazador-Asesino”. Una de sus actividades fundamentales, señala el profesor de Estrategia Militar Joe Celeski (2010), es la de “cazar” objetivos concretos de personas individuales u “objetivo de alto valor” para descabezar a la organización insurgente, así como a los líderes de las organizaciones que pueden dar apoyo, tanto político como logístico.
Así mismo, se crean los medios de contra-organización, que consisten en acciones de identificación, infiltración y “neutralización” de las organizaciones políticas insurgentes, utilizando para ello el sabotaje, la detención o la “neutralización” de los “enemigos” del brazo político, en combinación con una campaña contra-ideológica. También se crean “seudo-organizaciones” que adoptan la apariencia de la guerrilla para tener acceso a las áreas de operaciones del “enemigo” y llevar a cabo sus objetivos.
En el 2012,  la ONG Human Rights Watch denunciaba el acoso y represión que sufría la población y las defensoras de los derechos humanos bajo la Operación “Cacería Verde”:
“Las trabajadoras de derechos humanos y activistas, en particular aquellas que hablan contra los abusos de las fuerzas gubernamentales, temen ser etiquetadas como “maoístas” por poder ser detenidas o peor. Las activistas locales reconocen que entran en contacto con los maoístas: trabajar en lugares remotos de Chhattisgarh, Orissa, Jharkhand y Andhra Pradesh hace que sea inevitable. Las fuerzas de seguridad del Estado, frustrados por su incapacidad para realizar un seguimiento de los combatientes maoístas que se deslizan en los bosques en los estados contiguos, a menudo dirigen sus ataques contra los “blandos” objetivos de los aldeanos de las zonas que apoyan a los maoístas y activistas que critican los abusos policiales y políticas estatales”.
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A principios del año 2016, varios medios de comunicación comenzaron a hablar  de la “Misión 2016” como una continuación de la Operación “Cacería Verde”. Aunque no declarada,  uno de sus objetivos principales era la de acabar y destruir la red urbana de apoyo del PCI (Maoísta).  Así se refería la revista india Frontline:
“Según esta red, de acuerdo con la maquinaria de seguridad detrás de “Misión 2016”, consta de maoístas clandestinos y simpatizantes maoístas. Los aportes realizados por  las fuerzas de seguridad apuntan a cortar el “oxígeno” del PCI (Maoísta) para acabar con los simpatizantes maoístas urbanos y por lo tanto “asfixiar” a los maoístas. El problema con esta premisa es que cualquiera que esté en desacuerdo con la versión del Estado, de la democracia o el nacionalismo, o que plantea preguntas sobre violaciones de derechos humanos por las fuerzas militares y paramilitares o simplemente se niega a tomar partido en la guerra desplegada, se marca como maoísta. Los reporteros, investigadores, activistas, abogadas y estudiantes se adaptan fácilmente a esta simple definición de un simpatizante maoísta que merece ser exterminado”.
También en 2016 el gobierno del Primer Ministro Modi inició la campaña “Make in India”, a través de la cual ensalza el poderío económico del país legitimando el continuo “desarrollo” en zonas de grandes riquezas naturales. Apoyado en este discurso “criminaliza” a quienes se oponen a tal “desarrollo”, sea por la vía armada o por la vía pacífica.
Por otra parte, está llevando a cabo una campaña de ensalzamiento “nacional” y de la religión hindú, a la cual pertenece el Primer Ministro Modi. Ataca las minorías religiosas -en especial la musulmana-, y tacha de “anti-patriotas” o “anti-nacionalistas” a todo aquel que se muestre contrario a las políticas desarrolladas por el Gobierno contra los naxalitas, Adivasis, Dalits, o contra quienes están a favor del derecho de autodeterminación de pueblos como Jammu-Cachemira, Manipur o Assam, realizando una “caza de brujas” contra activistas de derechos humanos, profesores, intelectuales, abogados, sindicalistas, periodistas y estudiantes  que se manifiesten en ese sentido.
Un caso paradigmático es el del profesor de literatura inglesa en la Universidad de Delhi GN Saibaba. Destacado intelectual y defensor irrenunciable de los derechos del pueblo, padece la parálisis del 90% de su cuerpo, agravada por una pancreatitis aguda, y se desplaza en silla de ruedas. Su papel activo en denunciar  la Operación “Cacería Verde”  y las atrocidades cometidas por el Estado indio contra Adivasis y Dalits, lo ha llevado a ser acusado por el gobierno de “peligroso maoísta”, conspiración para cometer un “acto terrorista” y “pertenencia a una organización terrorista”. El 7 de marzo de 2017 el profesor GN Saibaba y otros cinco activistas sociales fueron condenados a cadena perpetua por su relación con los maoístas.
El 6 de junio de 2018 eran detenidos el abogado del profesor, Surendra Gadling; el activista de los derechos de los Dalits, Sudhir Dhawale; la profesora Shoma Sen, el sindicalista campesino Mahesh Raut y el defensor de derechos humanos Rona Wilson. El 13 de agosto, el conocido líder estudiantil de  la JNU de Delhi, Umar Khalid, sufría un intento de asesinato cuando iba a participar en una Conferencia. Este estudiante ya había sido detenido en febrero de 2017, acusado de “sedición” por unas protestas en la Universidad. Y el 28 de agosto de 2018 fueron detenidos los abogados Arun Ferreira y Sudha Bharadwaj, el poeta e intelectual Varavara Rao, el intelectual y defensor de los derechos humanos Gautam Navlakha y el activista de derechos humanos Vernon Gonsalves.
A la vista de estos hechos, resulta bastante evidente que los ataques que están teniendo lugar en la India contra la “disidencia política” son parte de las prácticas sociales genocidas promovidas por el gobierno en su plan de eliminación de la “parte rebelde”, es decir, de las que resisten y practican otra manera de ver las relaciones sociales y económicas. Es la guerra de clases aplicada en su fase superior, el genocidio (Naya, 2018).

¹Adolfo Naya Fernandez. Antropólogo social y sindicalista, autor del libro Operación “Cacería Verde” en la India: Las prácticas sociales genocidas de la estrategia de contrainsurgencia “Corazones y Mentes”. UNO Editorial.
Referencias:
Bauman, Zygmunt (2016) Modernidad y Holocausto. Madrid: Ediciones Sequitur.
Celeski, Joseph D. (2010) Hunter-Killer Teams:Attacking EnemySafe Havens. Florida: The JSOU Press Hurlburt Field.
González Calleja, Eduardo (2002) La violencia en la política: perspectivas teóricas sobre el empleo deliberado de la fuerza en los conflictos de poder. Editorial CSIC.
Naya Fernandez, Adolfo (2018) Operación “Cacería Verde” en la India: Las prácticas sociales genocidas de la estratexgia de contrainsurgencia “Corazones y Mentes”. UNO Editorial.

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