¡Proletarios de todos los países, uníos!
¡Viva el Día de la Heroicidad!
El 19 de junio de 1986, los prisioneros de guerra -comunistas, combatientes y masas del Partido Comunista del Perú- transformaron los campos de concentración del Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara en luminosas trincheras de combate de la guerra popular en el Perú contra el cobarde genocidio planificado por el régimen fascista del APRA encabezado por Alán García.
Los prisioneros de guerra lucharon con determinación y valor indomable contra las fuerzas armadas y policiales enviadas para completar el genocidio reaccionario y acabar con la rebelión con el uso de tropas terrestres, bombardeos navales y aéreos, dinamita, lanzallamas y todo tipo de armas. A costa de sus propias vidas, los más de 300 prisioneros obtuvieron una gran victoria política, militar y moral para la clase y el Partido Comunista del Perú, con un valor indomable y un heroísmo que solo la guerra popular puede producir
Por otra parte el gobierno fascista de García Pérez, sus ministros y las más altas autoridades civiles, militares y eclesiásticas, así como los revisionistas fueron golpeados bañados en sangre y demostraron una vez más que la reacción contra la revolución no dudará en recurrir a los más horribles genocidios y violar todas sus propias leyes y tratados internacionales para salvar su sistema de opresión y explotación.
El genocidio fue cometido por la reacción peruana con el asesoramiento, apoyo y complicidad de los imperialistas yanquis, los socialimperialistas rusos y chinos, los imperialistas alemanes, franceses y españoles, los sionistas de Israel y con el apoyo especial y extraordinario de los partidos socialdemócratas de esa podrida y cada vez más podrida “Segunda Internacional” encabezada por Willi Brandt, que celebraba estos días en Lima una de sus conferencias internacionales. Estos miserables fueron una vez más los perros sanguinarios alimentados con la sangre de los comunistas y revolucionarios, como en enero de 1919 en Alemania con el asesinato de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y otros comunistas amados por el pueblo y el proletariado internacional. Pero como muestra la experiencia de la revolución mundial y la peruana: ¡La sangre no ahoga la revolución, la riega!.
¿Qué nos aporta el Día de la Heroicidad?
Moral y libertad. Una moral invencible, como resultado de la encarnación de la ideología del proletariado internacional – hoy marxismo-leninismo-maoísmo, principalmente maoísmo, con las aportes de validez universal del Presidente Gonzalo. Por muy profundas y oscuras que sean las mazmorras, por muy pesadas que sean las cadenas, esta moral proletaria las destroza.
La sangre derramada de los héroes da testimonio de ello y de cómo la comprensión de la necesidad es la verdadera libertad y de cómo manejando esto, nuestra libertad, la realidad puede y será cambiada, cómo lo imposible se hace posible, cómo podemos y conquistaremos los cielos.
Esta libertad es diametralmente opuesta a la burguesía, que no conoce nada más elevado que la necesidad individual, el propio ego, en cuyo centro debe estar la existencia personal como requisito básico. Esta ruptura con lo viejo es decisiva.
Lo nuevo debe imponerse, en nosotros, en los comunistas, en aquellos que han jurado remover desde sus cimientos este mundo, que enterrarán esta vieja sociedad y construirán la nueva. Por eso el Día de la heroicidad tiene una importancia tan inmensa para nosotros. Evidentemente, en las guerras populares que hoy libran los Partidos Comunistas en el Perú, en la India, en Turquía y en las Filipinas, donde cada día los comunistas y las masas dan su vida en la lucha, más aún donde se inician nuevas guerras populares, donde los partidos y organizaciones comunistas ya están librando luchas armadas, pero sobre todo donde lo viejo amenaza no solo con la corrupción, la tortura y la muerte, sino con el señuelo de una vida tranquila en paz, prometiendo una supuesta salida a quienes sean receptivos a ella.
¡Unirse bajo el maoísmo!
¡Adelante hacia la Conferencia Internacional Maoísta Unificada!!
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