El
equipo editorial ha recibido el siguiente informe e imagen sobre una
acción llevada a cabo contra Victoriahem, en el oeste de Estocolmo. Durante
la acción, se rompieron las ventanas de la oficina de los guardias de
barrio y se pintó en la fachada el lema "¡Rebelarse es justo!", junto
con una hoz y un martillo.
Traducción al pié del articulo en indioma sueco.
Traducción:
En el consejo editorial celebramos la acción. Entendemos
que la lucha de masas solo puede progresar trascendiendo el marco que
las clases dominantes han impuesto a la sociedad para defender su propia
posición. En
la lucha por las reivindicaciones cotidianas de la clase obrera, la
cuestión del poder político debe entrelazarse y ponerse en primer plano. Como Lenin nos enseña en ¿Qué hacer? (1902), la lucha consciente, que surge del exterior, debe unirse a la espontánea. Esta no es una tarea fácil, la que Lenin presenta, y que los bolcheviques tardaron muchos años en dominar. Lenin
nos enseña además que «sin poder, todo es una ilusión», lo que
significa que la lucha por las reivindicaciones cotidianas es en vano si
no contribuye a la lucha por el poder político. El
poder político solo se puede conquistar por la violencia, porque las
clases dominantes nunca lo entregarán voluntariamente, sino que harán
todo lo posible para combatir a quienes las desafíen. Por
lo tanto, la lucha por el poder político conducirá inevitablemente a la
guerra entre dos clases: el proletariado y la burguesía. Cualquier
tipo de organización que se ocupe de cuestiones sociales tiene, en
última instancia, un claro carácter político, ya que posicionarse sobre
ellas implica hacerlo.
Para
aclarar: si se abordan cuestiones relacionadas con el poder político,
es necesario posicionarse sobre quién ostenta el poder (es decir, el
monopolio de la violencia) en la sociedad, qué clase ejerce su dictadura
y cómo debe cambiarse.
Muchos condenan el sistema imperante, pero al mismo tiempo se distancian
(¡o incluso desprecian!) de quienes, en la lucha de clases, logran
salir del marco del legalismo burgués y desafían este sistema. Algunos
creen que la revolución es algo pacífico, que el cambio cae del cielo,
mientras que otros temen y tiemblan ante la violencia del futuro y
desean preservar su propia situación personal en paz y tranquilidad. Pero
estos últimos se aíslan únicamente del proletariado que, como Marx nos
enseña, «no tiene nada que perder salvo sus cadenas. Pero tiene un mundo
que ganar». Mantener una postura contraria a la ilegalidad o la violencia no se ajusta a las necesidades de la lucha de clases. En este sentido, la cuestión de la violencia está inextricablemente ligada a la cuestión del Estado.
Si
uno no reconoce la necesidad de la violencia, no pretende trastocar el
orden existente del país para que las masas populares vivan libres de
explotación y opresión, sino unirse a las organizaciones vinculadas a la
clase dominante y al imperialismo, que, por lo tanto, solo sirven para
mantener el orden existente. Entonces,
uno funciona como el "instigador amistoso" del Estado dentro de las
filas del proletariado, donde las clases dominantes pueden beneficiarse
de la lucha de las masas al integrarla en su propio afán de
supervivencia.
Para
las masas, con la reaccionarización de la sociedad, se hace cada vez
más evidente que "el poder político nace del cañón de los fusiles". Todos
aquellos que abogan por la "vía pacífica" para salir de la opresión, a
pesar de sus hermosas palabras, serán solo paréntesis en las páginas de
la historia. La
situación actual demuestra que a los oportunistas y revisionistas de
todo tipo les resulta cada vez más difícil movilizar a las masas en
defensa del orden existente. En vista de esto, tenemos presente la siguiente cita de Lenin:
“Un
paso adelante, dos atrás”:
“Al hablar de la lucha contra el oportunismo, nunca debemos olvidar el
rasgo característico de todo el oportunismo actual en todos los ámbitos:
su indefinición, su vaguedad, su incomprensibilidad. Por su propia
naturaleza, el oportunista siempre elude una cuestión definitiva e
irrevocable, busca un camino intermedio, se retuerce como una anguila
entre puntos de vista mutuamente excluyentes, intenta “coincidir” con
ambos, reduce sus diferencias de opinión a pequeñas enmiendas, a dudas,
deseos piadosos e inocentes, etc., etc.”.
El
imperialismo y la sociedad de clases serán inevitablemente barridos, y
nosotros también debemos aportar nuestro granito de arena en la lucha
contra el revisionismo y el oportunismo; no se trata de “sectarismo” ni de “romanticismo violento”; se trata de por qué luchamos. Los comunistas son el grito que dice: ¡Es justo rebelarse!
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