A continuación publicamos una traducción no oficial del Editorial Semanal de A Nova Democracia.
Sólo la lucha radical, sin ninguna ilusión con los acuerdos, puede garantizar los derechos del pueblo, en especial el derecho a la tierra para quién en ella vive y la trabaja.
El “centrão” es cada vez más voraz en su búsqueda de poder. Ja es noticia tras haber secuestrado cargos en la dirección de la Caixa Econômica Federal, y ahora, los esbirros de Arthur Lira miran a Funasa y a la Companhia Docas do Rio Grande do Norte – otras dos estatales. Además, la insatisfacción generalizada de los “nobles diputados” como Alexandre Padilha, ministro-jefe de Lula, por haber incumplido los acuerdos que preveía una liberación aún mayor de fondos en enmiendas parlamentarias. Ya hay chantajes con la boca muda en los corredores de la Cámara de los Diputados, según el cuál no serán votados los proyectos del gobierno en venganza por haber sido engañados. Como se ve, en los tratos entre ladrones de traje, aunque impensable, también hay ética y código de honor. Obviamente, ética y honor putrefactos.
Cuando más cede al “centrão” en lo referente a la aprobación de tales o cuáles paquetes de medidas, más agrava su frágil situación el “gobierno Luiz Inácio”. A cada día, tiene menos poder de negociación y, por eso, es cada vez más presionado por el precio del chantaje, que, como en toda negociación de este tipo, aumenta en la medida en que el chantajeado se ve debilitado. En este sentido, Luiz Inácio es débil, como lo fue Bolsonaro: rehén del “centrão”, que manda en la agenda y, hoy también, en el propio presupuesto. Eso significa, más específicamente: rehén de la “bancada del agro”, ese verdadero partido de secular usurpación, rapiña y pillaje latifundista de las tierras de la Unión y de reproducción de relaciones de propiedad semifeudales; clase de parásitos de la Nación, sustento principal de ese anacronismo de producción primaria para la exportación, que la reestructuración global imperialista adornó de tecnología punta para que prosiguiese invariable como su economía complementaria, y que se jacta y ostenta la farsa del capitalismo desarrollado; es el soporte de la dominación imperialista que subyuga el País y base de ese agonizante simulacro de la república democrática; en suma, el imponente cerrojo de la pendencia histórica de la revolución democrática triunfante. Una escoria ultrarreaccionaria que ante todo, era línea de frente bolsonarista a gran escala. Pasado más de un año, también en eso, nada cambió.
La esperada crisis económica en el tan elogiado “agronegocio” sólo coloca al gobierno aun más en el poder de los malhechores. El fracaso de la cosecha de soja, que en las principales regiones productivas podría llegar al 20%, junto con la caída del precio de las commodities (como reflejo de las guerras en curso, desaceleración de la economía global y reciente crisis en el sector inmobiliario chino) y el aumento del costo de la producción por cuenta de fenómenos climáticos deben producir fuertes golpes en la producción latifundista. El latifundio, que no entra para perder, ya transfirió el problema al gobierno: “resuelva”. El “gobierno Luiz Inácio”, que hasta ahora no ha presentado una propuesta factible para revivir el mito de la fallida “reforma agraria” oficial, ya manifestó – a través del ministro de Agricultura – que acciones de emergencia serán ejecutadas en socorro del “agro”, como ofrecimiento de créditos, renegociación de deudas y apoyo al flujo y comercialización de mercancías. ¡Pues que regalo, justo para el sector primario de la economía, privilegiado desde siempre y que vuelve el País a condición principal de productor de materias primas, que no paga impuestos y ni siquiera tributos a la seguridad social! ¿Era este el prometido gobierno de la justicia social? Es un gobierno completamente entregado, amarrado y vendido a la “bancada del agro”, a los señores de las oligarquías locales y regionales y al jefe de estas, el anteriormente bolsonarista Arthur Lira, gente esa con la cuál el PT/Luiz Inácio y su frente vende-pueblo siempre se sujetarán para gobernar contra los intereses de la Nación y de las masas empobrecidas, masas a las que ilusionan y manipulan prometiendo “mundos y fondos”. ¡Sin embargo, que consiguen ilusionar cada vez menos! ¡Pelegos, siervos, lacayos, vendedores de la patria!
En especial las masas campesinas en lucha por la tierra, cada vez más se desprenden de la ilusión secular, periódicamente renovada por la farsa electoral, que la posesión y propiedad de la tierra serán democratizadas por bendición del gobierno de turno. Más de 130 años de republiqueta semifeudal, de privilegios indecentes de los de arriba, de engaños, de mentiras, de injusticia atroz enseñan al campesinado a confiar en sus propias fuerzas, y en sus organizaciones combativas. Sólo la lucha radical, sin ninguna ilusión con los acuerdos, puede garantizar los derechos del pueblo, en especial, el derecho a la tierra para quién en ella vive y la trabaja.
¡Sólo la revolución agraria puede llevar al pueblo y la nación a la revolución democrática triunfante!
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